Levantarse, soplarnos las gélidas manos, hacer movimientos rápidos, tiritar. Ver el aliento transformado en palabras congeladas. Esperar la aurora con ansia, para después mirar al sol con el desconsuelo de saber que no va a ayudarnos. Mirar en derredor y experimentar el álgido golpe matutino en todo lo que vemos. Ansiar que todo nos abrace con cálidos suspiros en el cuello.
En mi refugio, donde nadie me ve, estoy aquí ahora. Donde persigo mis quimeras a escondidas, me río solo para mí y soy simplemente yo.
Estoy segura en él, nada interfiere mis pensamientos ni formo parte directa del todo. Aquí todo es del color que yo le doy, no importa si gusta o no, aquí juego a ser pequeña, a ser grande, a ser perfectamente imperfecta. Y si me canso, sacudo mis nubes y asomo la cabecita a lo mundano y elijo si rezagarme en mi sueño o aventurarme a las fantasías de algún que otro visionario.
