Bajo el disfraz del "mercado de la vivienda" nos venden vidas comprimidas en minipisos, lofts urbanos y supuestas oportunidades para jóvenes. Pero esos jóvenes y más allá de ellos se vive a media jornada, con pluriempleo y en habitaciones compartidas, donde la intimidad se mide en tabiques de pladur y la luz del sol entra en cuotas horarias tan reducidas como los valles de la tarifa eléctrica.
Un problema global donde las ciudades han dejado de latir para respirar con dificultad. Ciudades donde quienes las sostienen con su trabajo se ahogan en alquileres imposibles, expulsadas, mientras el negocio inmobiliario ocupa su lugar.
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